Si nuestra monarquía fuera hereditaria, su hijo, Sebastián Dávalos, hubiera sucedido a Michelle Bachelet y la reina sería la arribista Natalia Compagnon – estaríamos en el paraíso de los negociados – y aun cuando algunos apellidos se han repetido a través de nuestra historia – los Montt, los Errázuriz, los Frei y los Alessandri – siempre los hijos han resultado más desastrosos que sus padres. Afortunadamente, los monarcas, en Chile, han sido elegidos, así sea sobre la base de sistemas electorales espurios.