Entre los gritos de pánico desde el agua y el olor a gasolina desde el bote que se hunde, el ruido de un motor que se aproxima, por unos minutos, hace crecer la esperanza. Decenas de personas que luchan por sus vidas en el Mediterráneo utilizan la energía que les queda para pedir ayuda frenéticamente. A casi 2.000 millas de distancia, en la capital polaca, Varsovia, un operador de aviones teledirigidos observa sus últimos momentos a través de una transmisión de video, en directo. No hay ningún barco que responda al SOS, sólo un vehículo aéreo no tripulado operado por la agencia europea de guardia de fronteras y costas, Frontex.