Ese ser detestable y peligroso que en muy mala hora a los norteamericanos se les ocurrió elegir de presidente, desde que inició su mandato ha ido cayendo de provocación en provocación, haciendo que no sólo sus aliados, sino que toda la Humanidad contengan el aliento con las bravuconadas guerrerista del malhadado sujeto. No sólo desencadena una verborrea plagada de presagios de muerte amenizada con groseros insultos a los que considera sus enemigos, sino que en algunas ocasiones mueve sus tenebrosas piezas de ajedrez, que son sus portaviones, bombarderos cargados de ojivas nucleares.