Apenas algunos años más tarde, muy lejos, en el exilio, sobrecogido por la horrible noticias, me negué a creer que un 18 de noviembre Diana había pasado a engrosar la lista de los detenidos desaparecidos… Sólo pude entrar a mi laboratorio fotográfico casero y -en medio de lágrimas irrefrenables- copiar muchas veces su hermosa imagen desde los negativos de mi casamiento, en un intento por multiplicar entre los chilenos desparramados por el mundo la sonrisa de Diana Arón.
Hoy conozco la temible verdad.