El 17 de julio, a las once horas de la mañana dos columnas de soldados alemanes empezaron a cruzar las calles capitalinas por dos rutas distintas: una del noroeste al este y otra del noroeste al sur de la ciudad. Los generales y oficiales de alto rango alemanes marcharon con ropa limpia y con sus condecoraciones; los soldados, sin embargo, marcharon con el traje que todavía les quedaba, algunos incluso descalzos y solo con ropa interior de invierno.