He guardado un profundo y doloroso silencio al enterarme de los últimos días del gobierno anterior. Me siento en duelo. Si rompo mi silencio autoimpuesto se debe al hecho que se me hace insoportable que las más altas autoridades de un gobierno democrático realicen actos de tal envergadura, como es el burlarse del dolor de quienes precisamente lo dimos todo para recuperar la democracia.
Yo no soy la mujer símbolo a la que pueden usar para mandar recados sobre los delincuentes que han vulnerado los DD.HH., o la mujer símbolo con la cual se comprometió Bachelet al cierre de Punta Peuco, como si esto fuera una cuestión personal. Cuando debería ser toda la sociedad que a gritos pide su cierre. Que lejos estamos de la comprensión en plenitud de los DDHH.