Los hechos se encuadran en un clima de violencia que, como forma de vida, se ha instalado en la sociedad chilena, y son consecuencia de la exacerbada competencia impuesta por el modelo de acumulación. Una persona nada vale; su vida no tiene significación alguna, pero sí lo tiene desinstalar un lienzo, limpiar el rayado de una pared o sacar un afiche. Porque la protección de los bienes materiales tiene un valor superior al de proteger la vida; la materialidad se ha impuesto sobre la espiritualidad. Esta carencia de principios morales afecta a toda la sociedad y es la causa principal de los escándalos que la han remecido en estos últimos meses.