Los pobres ausentes de los programas presidenciales: son los desechables
por Rafael Luis Gumucio Rivas, El Viejo (Chile)
7 años atrás 5 min lectura
28-05-2017
Hay que reconocer que uno de los méritos de los gobiernos de la Concertación de Partidos por la Democracia es haber reducido, considerablemente, los índices de pobreza, desde más de 50% durante la dictadura hasta el 7,8%, según la encuesta CASEN; según la CEPAL, Chile es el segundo país de menor tasa de pobreza después de Uruguay. En este tema debe considerarse, además del factor ingreso, lo que se denomina pobreza multidimensional – cultura, calidad de vida, situación de vivienda, educación… -.
El Chile de hoy es muy distinto al de 1910, en que morían más niños hasta el primer año de vida que en Bombay. Para el periodista Tancredo Pinochet, Chile era un verdadero cementerio de infantes. El velorio del “angelito” no era sólo un acontecer folclórico, sino también parte importante en los hogares pobres chilenos.
En la iglesia católica existen sacerdotes que cumplen funciones sólo al servicio de los ricos y poderosos – el famoso escritor, Luis Orrego Luco, los llamaba “pastores de vacas gordas”. Por desgracia, muchos de los religiosos han convertido al Jesucristo en un banquero y en un chupamedias de los saciados en la tierra, que nunca han entendido la parábola el rico Epulón y el pobre Lázaro que, a la larga, la miseria y falta de caridad la pagarán cuando esté en la otra vida. De seguro, el infierno tiene más cardenales que gente común.
También hay sacerdotes extraordinarios que han entendido que el evangelio es la utopía de la igualdad entre los hombres. San Alberto Hurtado, que fue odiado por los conservadores dela época, acusado varias veces de comunista por el solo hecho de haber predicado que el rostro de Cristo es el rostro de los pobres, fundó el Hogar de Cristo, lugar de acogida de niños y jóvenes y adultos en situación de calle.
A fines del siglo XIX y comienzos del XX, el maestro Valentín Letelier escribió un libro titulado Simplemente los pobres, en el cual recalcaba que la igualdad ante la ley servía de poco a los pobres, pues la diferencia en bienes materiales los conduciría siempre a la calle, y la justicia burguesa, como lo decía el peta Vicente Huidobro, “siempre se inclina por el queso”. Para el pobre es mucho mejor la justicia de San Luis, rey de Francia, que se dictaba a la sombra de un árbol.
Hoy, ningún político escribe sobre los pobres y la pobreza pues, a lo mejor, quienes están en situación de calle, hacinados en las cités o bien, en campamentos, generalmente no votan en las elecciones. Si lo hicieran, interesan como clientes y no como ciudadanos, menos como personas con ideas y con dignidad; a los políticos les importa más el contacto con los adultos mayores – votantes sempiternos que, por ningún motivo se abstendrán de sufragar, ojalá habiten en las comunas más ricas de las provincias -, los integrantes de las llamadas capas medias, los fachos pobres y los arribistas.
El director social actual del Hogar de Cristo, Pablo Egenau, dio en el clavo al denunciar que uno de cada cinco de los chilenos mira la pobreza con desprecio; no falta quien crea que ser pobre es sinónimo de flojera y de suciedad. Egenau agrega que “la pobreza es la mayor vulneración de los derechos humanos”.
Hasta la fecha, ningún programa de los precandidatos a la presidencia del país se ha dignado proponer en medida tendientes para combatir la pobreza. Según la encuesta CASEN, la pobreza está centrada en mujeres, niños, adultos mayores y pueblos indígenas; según el psicólogo Egenau mueren de 30 a 40 personas debido al frío invernal; 80.0000 niños están fuera del sistema escolar; el 80% de los reos son hijos o nietos de internos. Otro de los problemas es haber convertido el Servicio Nacional de Menores (SENAME) en un verdadero matadero de niños y adolescentes en vez de protegerlos y educarlos.
En Colombia, a los pobres se les llama “desechables”; en Chile somos sumamente hipócritas y, aunque lo pensemos, jamás utilizaríamos este término, pues Chile es un país tremendamente clasista y racista – hasta los “amos” obligan a las asesoras de hogar a usar ridículos uniformes, además de prohibirles el ingreso a las piscinas de los condominios -.
La Prelatura del Opus Dei cree que la pobreza es un don de Dios y que cada persona se santifica desempeñando bien su trabajo, por muy humilde que sea, es decir, el que vive en la calle debe cumplir bien su función santificadora; las empleadas deben ofrecerle a Dios el servicio doméstico, así, mientras más caca le laven a los patrones, más cerca están del reino de los cielos; el obrero, el minero y el recolector de basura deben trabajar con esmero y dedicación para con su labor ante Dios y merecer la vida eterna. En su suma, el santo del Opus Dei es el apóstol de la resignación.
No puedo estar de acuerdo con aquellos candidatos a la presidencia que pretenden estar sobre la derecha y la izquierda, como si no existiera la lucha de clases, como si Chile no fuera el país más desigual del mundo, como si el 1% de los ricos de Chile se llevaran el gran porcentaje de la torta, dejando fuera de la mesa al 99%. Pretender superar el clivaje entre derecha e izquierda es como adherir a la candidatura de Emmanuel Macron, en Francia, o al corporativismo planteado en la encíclica Quadragesimo Anno o ser, simplemente, democratacristiano.
No hacerse cargo de la pobreza, de los adultos mayores que mueren por falta de auxilio médico, de las personas ateridas de frío en las calles, de los niños maltratados y sin futuro, es decir, no van a la escuela, ni trabajan, y algunos mueren por una bala loca, disparada por miembros de pandillas.
Que los dirigentes socialistas se hayan convertido en inversionistas, no sólo es triste porque dejaron de lado el legado del Presidente Salvador Allende, sino que abandonaron el sentido de identificarse con los más desposeídos de la sociedad, que les dio grandeza humana y sentido de la solidaridad. Hoy son tan fríos, como un banquero, ante la pobreza, y olvidaron que el gran aporte de la izquierda es el dolor frente a la pobreza y la lucha para combatirla.
Esperemos que los candidatos a la presidencia consideren en sus programas de gobierno, así sean promesas, a los pobres.
28/05/2017
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