Tras la violencia y los incendios provocados por los colonos israelis, el silencio acaparó la ciudad. Pocas personas se atrevían a salir de sus casas. A primera hora del día, caminé por la calle principal hacia la casa de Uday. Había soldados junto a tiendas que habían cerrado, junto a coches quemados y sólo se permitía la entrada de vehículos israelíes