Evidentemente, frente a las consecuencias de este neoliberalismo 2.0, la protesta popular se profundiza en todo el continente, a partir de un estado de ánimo de descontento e indignación creciente de la población, pero también de la pérdida acelerada de conquistas sociales y políticas de aquellos sectores que no están más dispuestos a regresar a la miseria y la indigencia, que no admiten estafas políticas ni golpes de Estado de nuevo tipo.  La respuesta popular indígena frente a la renuncia obligada del presidente Evo Morales y toda la primera línea de gobierno en Bolivia es una muestra del potencial de esta movilización social, pero también es una evidencia de los niveles de violencia y racismo que las oligarquías regionales y sus aliados internacionales son capaces de desplegar.