No pocos abortones de la moral aplicada al prójimo se escudan detrás de la defensa de la vida, de los derechos del nonato, olvidando que no levantan un dedo cuando se masacra, o se viola, a los niños ya nacidos, supuestamente “protegidos” por el SENAME, organismo público que les sirve de caja para sus emprendimientos políticos. Y confunden un Estado laico –o supuestamente laico– con un Estado confesional en el que las leyes son dictadas por los “textos sagrados”, la verdad revelada y el dogma.