La protesta y la reivindicación social ya no son objetos de museo como parecían serlo durante los “años dorados” de la Concertación, cuando este conglomerado partidario y sus gobiernos parecían asegurar indefinidamente el orden social neoliberal a punta de discursos democráticos, el fantasma de un regreso al pasado dictatorial, mesas de diálogo anuladoras de las energías populares, bonos asistenciales, reformas a cuentagotas, promesas de “chorreo”, chantaje electoral del “voto útil” por el “mal menor” y acciones represivas contra segmentos bien acotados de la población, refractarios a la política de consenso dominante.