No importa que no existan candidatos claros, quizás eso es lo que necesitaba Chile, un momento donde los carteles se apaguen y nos tengamos que poner a escuchar a desconocidos que propongan mejores ideas para un país estancado, haciendo que al fin valga más la idea que quien la dice. Pero los candidatos importan, aunque últimamente siempre los he sentido fuera de la política tradicional. Esos  candidatos no tradicionales habrán de lidiar, con los tres embates que siempre se arrancan y siempre se estrellan contra el alma de los elegidos: el hombre impaciente, el del tiempo inclemente y el de la circunstancia desaforada e hiriente.