Pensar que en el Chile plutocrático una persona pobre – así cuente con grandes cuales morales e intelectuales – pueda llegar al Parlamento sin el apoyo de un príncipe o de una máquina feudal – los dirigentes de los partidos políticos – y mucho menos, sin las “donaciones” de las empresas parece imposible; alcanzar un cargo de esta naturaleza y, si se logra y se mantiene independiente, siempre terminará “cazado” por la maraña plutocrática y empresarial.