Tumbar los monumentos que simbolizan el racismo es un acto de justicia simbólica o discursiva que no constituye en sí una amenaza fundamental al sistema, mientras estas acciones de protesta simbólica pueden ser aisladas de las demandas para una transformación social y económica más fundamental, razón por la cual en estos momentos muchas élites corporativas y políticas acogen dichas acciones de protesta.  ¿Terminará todo ahí?