Mario Lavanderos Lataste, el oficial de ejército de 37 años asesinado en octubre de 1973 por liberar del Estadio Nacional a 68 presos uruguayos y bolivianos que entregó al embajador de Suecia Harald Edelstam, demostró que no todos los miembros de las fuerzas armadas compartían el brutal sesgo neo-nazi de la dictadura cívico-militar encabezada durante 17 años por Pinochet y sus más sanguinarios colaboradores.