«Al día siguiente del plebiscito, recordaste, “nadie de la Concertación me llamó por teléfono, ni ese día ni al día siguiente, ni nunca más.”  Se dijo que estabas “quemado”, muy “teñido”. Inhabilitado. “Como ha sucedido cada vez que he tenido que tomar una decisión trascendente, más que por cálculos o análisis de dificultades y ventajas hice lo que me brotó espontáneamente”, remataste.»»