Este libro, Útero, golpea, muerde, araña y, a ratos, sofoca… Hay que reponerse del ahogo del asma […]; rehacerse, digo, recuperar el flujo respiratorio y continuar el ir y venir entre la niñez, la infancia, la madurez y la fatal decrepitud, a través de estas palabras capaces de leernos; sí, insisto en que el mérito mayor que se le puede exigir a un buen libro es que nos lea, como si él fuese el lector y nosotros las páginas desgranadas en la maravillosa cosecha de la lectura.