Claramente, la Policía Nacional del Perú está desarrollando y perfeccionando una fórmula para diluir el raído tejido social que queda y que se anima a manifestar sus posiciones políticas en las calles, a ejercer el derecho a la protesta. En la práctica, la protesta pacífica no se permite en Lima. Se ahoga con gases y perdigones y palos, y con helicópteros.