Los panameños que recuerdan como Washington arrestó a su ex empleado, el general Antonio Noriega, no se sorprenden del destino que Estados Unidos parece deparar al príncipe heredero saudita. El asesinato de Jamal Khashoggi está lejos de ser el peor de los crímenes del príncipe Mohamed ben Salman, pero pudiera ser el último. El pacto de Estados Unidos con la familia real protege sólo al rey y Washington puede aprovechar la coyuntura para embolsarse varios miles de millones de dólares. En ese pacto los Saud también se comprometían a no oponerse a la creación de un Estado judío en Palestina. George W. Bush renovó aquel pacto en los años 2000.