El destacado economista Aníbal Pinto, en su famoso libro, «Chile, un caso de desarrollo frustrado«, destaca que en el periodo 1830-1930 el país logró un crecimiento económico sin precedentes, que lo colocaron a la cabeza de América latina y que «… nada tenía que envidiar al de los emergentes Estados Unidos o al de muchas naciones europeas del norte y del viejo continente«. Ese exitoso crecimiento, con economía abierta, gracias a las exportaciones agrícolas y sobre todo al salitre, tuvo «una pata coja»: le faltó una política industrial.