Este asesinato remeció los pensamientos y el corazón de gran parte del pueblo chileno. El asesinato fue brutal; la injusticia, evidente; la rabia, junto al dolor, manifiesta. Múltiples son aún hasta hoy las muestras de rechazo. La muerte clamó por la vida y esta respondió con fuerza por él y los otros muertos, por la familia Catrillanca y por todas aquellas que silenciosamente viven la opresión del Estado. No más muertes, no más montajes, no más militarización, no más Ley Antiterrorista, no más injusticia.