Los derechistas democratacristianos, muy orondos, se atrevían a decir que preferían un Partido chico, pero cohesionado, que uno grande, traspasado por tendencias irreconciliables. La realidad actual les ha demostrado que su profecía se ha cumplido sólo en parte, pues tienen un Partido pequeño, pero más dividido que nunca antes en la historia.