La renovación en la Iglesia nunca será verdadera sino volviendo atrás, a los “tiempos fundacionales”, a fin de despojarse de todo lo que en la historia y los tiempos, la cultura y los pecados ha ido agregando, adhiriendo a la comunidad sin ser esencial, pero pareciéndolo. Recién después de mirar “la Iglesia que Jesús quería” podremos intentar “encarnar” ese modo de ser a nuestro tiempo.