En marzo de 1970, mucho antes de la elección, mi amigo Agustín (Doonie) Edwards, propietario de El Mercurio, el principal diario de Chile, me dijo que Allende era un embaucador soviético que destruiría la frágil economía chilena y extendería la influencia comunista a la región. Si Allende ganaba, advertía Doonie, Chile se convertiría en otra Cuba, un satélite de la Unión Soviética. Insistió en que los Estados Unidos debía impedir la elección de Allende. Las preocupaciones de Doonie eran tan intensas que lo puse en contacto con Henry Kissinger. Más tarde me enteré que los informes de Doonie confirmaron la [información de] inteligencia ya recibida de fuentes de inteligencia oficiales, lo que llevó a que el gobierno de Nixon aumentara sus subsidios financieros clandestinos a grupos opositores a Allende.