No solo es corrupto el que recibe directamente los beneficios generados por el abuso de poder. También lo es el que hace la vista gorda, el cómplice, el que sabe que se han cometido o se están cometiendo actos de corrupción en su entorno y, pese a disponer del poder necesario, no ejecuta acción alguna para impedirlos, denunciarlos o sancionarlos; aquel que, peor que eso, actúa en sentido contrario, intentando evitar que los hechos corruptos se conozcan, se investiguen o se penalicen.