La desigualdad en la distribución de la riqueza ha reemplazado en Chile a la pobreza como el principal efecto del modelo neoliberal. Pero lo cierto es que la pobreza sigue allí, visible en algunos casos, medible en otros, y camuflada, invisible, en muchos más. Con el curso de los años la pobreza urbana ha adquirido con el modelo de mercado, el consumo indiscriminado, la tecnología y su reciclaje, así como con el acceso al crédito, numerosos rostros que la hacen difícil de detectar. Las carencias, sin embargo, subsisten ocultas tras el celular, las zapatillas de marca o el plasma.