Éste es la cuestión: habitar implica existir. Yo habito en tanto soy, Señor Presidente, y si me quitan la tierra de mis antepasados mediante transacciones comerciales legales, pero de origen dudoso, no existo más: he perdido mi identidad y mi dignidad. Se trata de una ética superior que impone respeto por quien desde hace siglos habita un lugar donde ha enterrado a sus antepasados. Le pido que reflexione. Es preciso conocer y reconocer las culturas ancestrales, como son tuteladas actualmente por las constituciones de Ecuador y Bolivia.