Para hacerse perdonar el haber inventado la dinamita, y por vía de consecuencia la aparición de bombas capaces de despedazar alegremente las ciudades y los seres humanos que viven en ellas, Alfred Nobel redactó un codicilo en el que –dándole buen uso a la fortuna acumulada– mandó premiar anualmente a quienes aportasen “el más grande beneficio a la humanidad” por sus invenciones, descubrimientos y mejoras en diferentes ámbitos del conocimiento, por la obra literaria más excelsa, o por su trabajo en favor de la paz. Así, el premio Nobel fue entregado por la primera vez en el año 1901.