El futuro visible en San Petersburgo
En más de una manera, la semana pasada anunció el nacimiento de un siglo eurasiático. Por cierto, el convenio de gas Rusia-China por 400.000 millones de dólares fue cerrado solo a última hora en Shanghái, el miércoles (un complemento del convenio de petróleo de junio de 2013, por 25 años y 270.000 millones de dólares entre Rosneft y CNPC de China.) Entonces, el jueves, la mayor parte de los principales protagonistas estuvieron en el Foro Económico Internacional de San Petersburgo – la respuesta rusa a Davos. Y el viernes, el presidente ruso Vladimir Putin, recién llegado de su triunfo en Shanghái, se dirigió a los participantes y la casa casi se vino abajo con los aplausos.
El nacimiento de un siglo eurasiático. Las alianzas comerciales son solo parte del futuro pacto
Un fantasma persigue a Washington, la inquietante visión de una alianza china-rusa combinada con una expansiva simbiosis de comercio e intercambio de bienes a través de gran parte de la masa continental eurasiática a costa de EE.UU. Y no es ninguna sorpresa que Washington esté ansioso. Esa alianza ya es un hecho en una variedad de maneras: mediante el grupo BRICS de potencias emergentes (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica); en la Organización de Cooperación de Shanghái, el contrapeso asiático a la OTAN; dentro del G20 y a través del Movimiento de No Alineados (NAM) de 120 naciones. El comercio y el intercambio de bienes son solo parte del futuro pacto.
Ucrania, el bastión de Eurasia ante la OTAN
En Eurasia hay dos grandes potencias: Rusia y China. La India pudiera serlo, pero es una obra británica, hecha con partes dispares que dificultan la toma de decisiones. Eurasia tiene los recursos humanos y físicos para ser el eje de la economía y la política internacional; el papel que, separados, ejercieron por milenios su extremo europeo y su extremo chino. Eso es justo lo que la política exterior angloamericana trata de impedir. Es la razón para la ocupación financiera y militar de Europa y erosionar su cultura; la razón para promover gobiernos corruptos y fomentar guerras y revueltas civiles que impidan la proyección euroasiática.