Nuestro país parece haber perdido la capacidad de avergonzarse, en primer lugar de sí mismo. Vivimos un estado de desvergüenza e impunidad en que se ha perdido el más mínimo sentido de la justicia y el decoro. Esto significa que cuestiones muy graves que en cualquier país moverían a escándalo se asumen en Chile como parte del paisaje en que habitamos.