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Santa María, 21 de diciembre: «el día que los hombres olvidaron a Dios»

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Santa María
21 de diciembre
“el día que los hombres
olvidaron a Dios”

Se hizo ancha la decisión
de ir al puerto,
tenemos que hacerlo, tenemos que hacerlo
así lo acordamos

Vamos a conversar con las autoridades
y los patrones
nos escucharán, estamos ciertos,
no puede ser de otra manera,
nos escucharán, estamos ciertos.

 

Yo los vi salir de los campamentos
yo los vi salir.
Y dejaron atrás las oficinas
con la esperanza
brillándole en los ojos.
-Ahora si, compañeros
mejorará la suerte,
cuando nos vean llegar
con las mujeres y los niños
después de atravesar los fríos
del desierto
el sol, el viento,
los caminos…

 

Mas, nada se obtuvo,
ni centavos de peniques
ni sociales.
Sólo imperativos:
¡vuelvan a sus oficinas
después los llamaremos!

 

Y la pampa envejeció de pronto…

 

En el Iquique donde se cruzaron
las metrallas y los ultimaron
los cuchillos
allá en la escuela y en la plaza
que no lograron protegerlos
de las intrigas de palacio,
de las especulaciones de ultramar.
Fue la tarde del 21 de diciembre,
El día que los hombres
olvidaron a Dios.

Hombres de trabajo
junto a sus banderas
abrazados
en pos de una justicia,
y de respuestas
que jamás llegaron.

 

Por qué, Señor…?
la voz se arrastra
en un susurro,
aunque quisiera gritar…

 

En la trampa fatal
de la plaza maldita,
no sólo cayeron hombres,
también, mujeres, y también
cayeron niños,
frágiles cuerpos destrozados
para los cuales no habría
ya jamás una caricia.

 

-Oh Dios,
como pudiste lancero,
destrozar el corazón de esos hombres
fueron el escudo
de la Patria.

Los que quedaron, empujados por lanzas
y fusiles
rumbo a la pampa…
prisioneros de su extraño destino.

Miradlos pasar acosados,
a los trenes que debieron regresar,
embanderados,
y que se fueron
enlutados!

Yo no puedo dar más
énfasis a mis palabras,
porque para el dolor, el horror
no tengo pluma, está seca,
como las lágrimas, como
la sangre seca, mas, que se
hace ríos que nos desborda y
nos angustia.

Si las calles hablaran
si la tierra hablara
desde su subterráneo secreto,
desde su asombrada,
horrorizada visión.

Yo los vi volver
los que volvieron
yo los vi volver

La mujer aferrada a su hombre herido
agarrada a su brazo como evitando
que lo llevaran, o que cayera

El, inexpresivo con una película fija
de visiones pasadas, de horrores presentes,
de lamentos, de gritos, de sangre,
de sangre, de sangre

Yo los vi volver,
Yo los vi volver

Y regresar al campamento,
que los recibiría con alborozo
y encontrarlo igual
a como lo habían dejado
mas, ahora, Señor
con tantos ausentes…

En Iquique y en la pampa
están sus huesos dispersos
de niños,
de hombres,
de mujeres,
sus almas de pampinos.
ciudades y aldeas del nitrato
¡cementarios!
¡Malditos asesinos!

Cien años han pasad
desde aquellos días,
desde aquellas albas,
desde aquellas tardes,
desde aquella tarde,
desde Santa María…!

Aquí está la Historia,
aquí está el salitre,
en el cobre, en las minas, en el mar,
Aquí en santa Maria

Aquí, en esta plaza,
Aquí, ante la tragedia,
Aquí, no lo olvidemos,
Aquí, en Santa María…!

 

Cuando queráis recordar
a aquellos obreros masacrados
cuidaos de escuchar
discursos vanos,
que los despedazan el viento
de la pampa.

Coged una humilde flor
que en el desierto no la había
y hacedla germinar en vuestro corazón
como una espiga.

e-mail del autor: jrubencastro@hotmail.com

Nota de la Redacción: El autor, Don Juan Rubén Castro, nació en Alto San Antonio, el 24 de agosto de 1927, en el mismo pueblo desde donde salió la marcha de obreros pampinos hacia Iquique en diciembre de 1907. Nuestro agradecimiento a Don Juan por la posibilidad de conocer su obra y poder hacerla llegar a Ud.

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