Rodrigo Alexandre da Silva Serrano, de 26 años, es una de ellas. Vivía en una comunidad de Río de Janeiro y trabajaba hacía poco tiempo como camarero en uno de los barrios abastados de la ciudad. En agosto, Rodrigo fue a la calle a recoger a su esposa y sus dos hijos. No alcanzó encontrarlos. Mientras esperaba, recibió una ráfaga de disparos de un policía, que afirmó haber confundido el paraguas que él cargaba con un fusil. En el pecho, Rodrigo tenía puesto el canguro en donde solía cargar a su bebé de tan solo diez meses. En el bolsillo llevaba su documento de trabajo, que terminó empapado en sangre.