En el reciente mensaje presidencial, como en los últimos ajustes ministeriales de la Primera Mandataria lo que más se aprecia es debilidad, un verdadero temor a consolidar los cambios prometidos y una condescendencia enorme con la oposición y la clase patronal del país. Un discurso en que la palabra “pueblo” terminó sumergiéndose totalmente y en el que se hizo reiteradas invocaciones al diálogo y a la unidad de todos los chilenos para encarar los objetivos del desarrollo y el progreso.