Resulta imposible negarlo. El neoliberalismo no puede prosperar sin explotar al ser humano, sin destrozar, arrasar y aniquilar el medioambiente, así como le cuesta funcionar sin el narcotráfico y la prostitución, dos pingües mercados. Es parte de su naturaleza, ello forma cuerpo en su esencia como sistema. Tal vez sea el corazón del mismo, o quizá el alma.
¿Cómo llamar a una clase social capaz de destruir el planeta para reinar sobre un campo de ruinas?. Arturo A. Muñoz toca un tema sensible, pero desestimado por las lumbreras que nos gobiernan.