Era la nueva burguesía fiscal, cuya postal representaba bastante bien la G-90, alma de la nueva generación de políticos que alcanzaba el poder y que, como lo dijimos anteriormente, “le encantaba vivir cerca del Presupuesto y lejos del frío” de la sociedad civil. Pasaron, en apenas una década, de estafetas, chaperones, damas de compañía, confidentes, hombres del maletín y “yes men”, a senadores, diputados, ministros, subsecretarios, intendentes y gobernadores.