El asalto al parlamento canadiense por una persona que se había convertido al Islam sólo un mes antes, debería crear algún interés sobre por qué un número creciente de jóvenes están dispuestos a dar su vida por una visión radical del Islam. Hasta ahora, esto fue descrito como fanatismo. Pero cuando se cuentan más de 2.000 suicidas que se hicieron estallar a sí mismos, es el momento de mirar a esta realidad en crecimiento más allá de los estereotipos.