Habían pasado ocho años desde la muerte de Carpentier cuando Lilia se decidió a abrir el sobre sellado aparecido entre los papeles del escritor. Después de leerlo, volvió a cerrar el sobre. No quería hacer públicas las ásperas descalificaciones de algunos contemporáneos todavía vivos por aquel entonces. Tiempo ha pasado. Algunos ocupan el lugar que les corresponde en el recuento de la historia. La memoria de otros se ha difuminado. Ha llegado la hora de dar a conocer un documento de capital importancia para el conocimiento del hombre y del escritor.