En el caso de los jóvenes quemados en Chile se dan todos los elementos de análisis de Arendt sobre la banalidad del mal: el principal culpable, Julio Castañer, oficial del ejército se convierte, por “el pacto de silencio” y con el pasar de los años, en un académico de la Universidad de Magallanes, nada menos que en la cátedra de Ciencias Políticas y, aun cuando distingue entre el bien y el mal, como es un fanático y dogmático anticomunista, estará convencido de que obró bien al quemar a estos dos estudiantes e, incluso, proponer que los asesinaran, pues no quería dejar rastros.