El presidente anfitrión, aplomado pero con mucha firmeza, dijo las cosas con claridad: “la OEA debe pedir perdón” tras lo que fuera la invasión norteamericana de 1965, legitimada por este organismo. Este discurso, en el cual además Medina pidió que sea Unasur quien garantice el diálogo en Venezuela, marcó la pauta de lo que sucedería en los días posteriores, cuando Almagro, Secretario General de la OEA, vivió derrota tras derrota.