La habitación 101 es una de las más siniestras metáforas empleadas en 1984, la última y más poderosa de sus novelas. Designa una dependencia del Ministerio del Amor (el que se ocupa de corregir la disidencia mediante la tortura) en la que se oculta «lo peor del mundo». En la 101 el prisionero se enfrenta a lo que más teme, a su peor fantasía, a aquello ante lo que su espíritu se quebrará definitivamente. En el caso de Winston Smith, protagonista de la novela, lo peor del mundo son las ratas.