Una historia de otro Donald
Solo un país que continúa bañándose en la mitología de la inocencia, de una virtud otorgada por Dios, puede haber producido una victoria como la de Trump.
«El espectáculo de ver mi propio libro ardiendo por televisión era particularmente inquietante. Había asumido, equivocadamente y con ingenuidad, que después de las infamantes hogueras nazis de mayo de 1933, en que toneladas de volúmenes que se juzgaban subversivos, decadentes e insuficientemente “alemanes” habían sido consignados al fuego, tales actos serían considerados demasiado reprehensibles para llevarse a cabo en forma pública. Pero los militares chilenos no tenían problemas con difundir flagrantemente su furia y odio.»
El legado de Correa y la estrategia geopolítica de los Estados Unidos
En Ecuador, el largo legado de Correa es claramente significativo. Un poco más allá, en América Latina, su país y su pueblo obtuvieron autoestima, inclusión social, una reforma educativa, una política de seguridad ciudadana y una apuesta a la integración. Ecuador era un país institucionalmente decrépito, el presidente cambiaba constantemente y hasta perdió la soberanía monetaria. No había autoridad que pudiera recuperar la identidad ecuatoriana del país ubicado en la mitad del mundo. Por todo el cambio logrado el balance de la historia reservará para Rafael Correa un lugar preponderante.
Trump: ¿una nueva etapa de la historia?
Su discurso inaugural es aterrador: “de hoy en adelante una nueva visión gobernará nuestra tierra. A partir de este momento Estados Unidos será lo primero”. Lo “primero” (first) aquí debe ser entendido como “sólo (only) Estados Unidos va a contar”. Radicaliza su visión al término de su discurso con evidente arrogancia: ”Juntos haremos que Estados Unidos vuelva a ser fuerte. Haremos que Estados Unidos vuelva a ser própero. Haremos que Estados Unidos vuelva a ser orgulloso. Haremos que Estados Unidos vuelva a ser seguro de nuevo. Y juntos haremos que Estados Unidos sea grande de nuevo”.
América para ¿los americanos?
EE.UU. sigue aferrado al pronunciamiento presidencial de 1823, cuando se definió una “América para los Americanos”. La doctrina Monroe y su único hijo, el Destino Manifiesto, junto a los corolarios presentados en 1899 por el presidente Hayes y en 1904 por el presidente Roosevelt[2], son, a mi entender, el centro de toda la política de los EE.UU. para el resto de los países del continente.
Triunfo de Trump: ¿Cómo entender lo que pasó?
Los descendientes de europeos, que poblaron y ocuparon el actual EEUU, se sentían “destinados por Dios” y aquellos pueblos que habitaban estas tierras, no eran sus iguales. Eran “bárbaros” como los habría calificado Aristóteles y cómo tal, carecían de todo. Los puritanos, derivados de las ideas del calvinismo, sostenían una nueva iglesia, que reinterpreta la relación entre Dios y el hombre. Los puritanos sostienen que son “intérpretes de dios” y “realizadores de sus designios”.