La concentración del poder en Santiago no sólo mantiene en situación dependencia y humillación a las regiones del país, sino también termina por afectar a la Región Metropolitana. El sistema político chileno tal como lo vivimos hoy no aguanta más: al poder monárquico del Presidente o Presidenta de turno se agrega un centralismo arcaico, que ha llegado a situaciones cada vez más críticas.