A estas alturas hasta el más indulgente oficialista reconoce que la Nueva Mayoría enfrenta horas complejas. Las cosas no marchan bien en La Moneda, se ha complicado el curso político de la agenda de reformas y la popularidad presidencial parece entrar en una fase terminal. Para colmo, se ha iniciado un proceso de involución programática, que recortará el alcance y profundidad de una agenda de cambios ya bastante menguada.