Los que fuimos alumnos suyos hemos pagado con creces el precio de su pasión por la lectura, en esa búsqueda ansiosa de topar con la esencia inmaterial que palpita en toda prosa como ella nos decía. A menudo agregaba: “bien se justifican cuatrocientas páginas, cuando en una de una de ellas se consigue la cúspide”…