Tal vez lo que me sucede, le suceda a miles de millones. Tal vez lo que sentí ayer seamos miles de millones en sentirlo. Tal vez entonces, quizás, quién sabe, no todo esté perdido.
Puedo observar con estupefacción los horrores más grandes, y no me quiebro. Puedo analizarlo, escribirlo, denunciarlo y no lloro, no surge la emoción. Así fue como pude escribir un libro (*) sobre los torturadores de la dictadura. Puedo observar el horror desde afuera. Soy capaz de hacerlo, no sé por qué, es inquietante incluso.
Pero ayer, confinada en mi casa, protegida, en plena crisis del Covid-19, escuché en la radio hablar de la solidaridad increíble que se pone en ruta.