El problema del hombre-hormiga es no comprender que se mueve en dos dimensiones pero intenta alcanzar algo que está en una tercera dimensión, justo encima de su cabeza. El hombre-hormiga es tan ciego a esa tercera dimensión como lo es a las otras dos, pero las otras dos las puede experimentar con sus patas y sus antenas. Percibe la manzana, pero no puede llegar a ella porque no puede volar. Se coloca en el suelo justo debajo de la manzana, oliéndola cerca pero sin poder llegar a ella.