Pero no era sólo una tarea individual sino colectiva (cuando podía). Liebknecht recuerda estos días: “por aquella época se construyó las fastuosa ‘Reading Room’ del British Museum, con sus inagotables tesoros de libros. Y allí, donde Marx pasaba todo el día, nos llevaba continuamente. ¡Estudiar! ¡Estudiar! Éste era el imperativo categórico que a menudo nos gritaba en voz alta, y que ya se hallaba presente en su propio ejemplo, incluso en la mera visión de ese espíritu de continuo entregado al trabajo. Mientras los demás emigrantes forjaban planes para la revolución universal y se embriagaban día tras día y noche tras noche con sueños como ‘Mañana será el día señalado’, nosotros, hatajos de bribones, los bandidos, la escoria de la humanidad, pasamos el tiempo en el British Museum para aumentar nuestros conocimientos y preparar las armas y la munición para las batallas del futuro…