«Cuando Alemania quiso una lista de los judíos, IBM le mostró cómo hacerla,» afirma el escritor. «Cuando el Reich quiso usar esa información para empezar programas de expulsión social y expropiación, IBM proveyó los medios. Cuando los trenes tenían que llegar a tiempo a los campos de concentración, IBM le ofreció soluciones. En última instancia, no hubo nada que IBM no estuviera dispuesta a hacer por un Reich dispuesto a pagar bien».