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La crisis del PS: una explicación más histórica y menos periodística

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24 junio, 2019

La crisis del PS: una explicación más histórica y menos periodística

A quienes por décadas militamos en la colectividad de Allende, Ampuero, Almeyda y Altamirano, nos duele, por cierto, el desenlace de la crisis que avizoramos y describimos latamente en diversas columnas en este mismo medio – Olvidar a Escalona, la nueva Burguesía fiscal, Contra el presente vergonzante, PS: la irrelevancia de su 30° Congreso, Las secuela del pleno del PS: el nuevo partido de centro, El PS diez años después de su XXVII Congreso: lecciones no aprendidas, Bachelet y la derrota estratégica de una generación, El PS y Miguel Ángel Aguilera: crónica de un escándalo anunciado, Yo Álvaro y la inexorable extinción del Partido Socialista, entre otras – durante mucho tiempo.
Sin embargo, siempre pensamos que el desenlace sería político y no moral, como acaba de suceder y el PS, para historiadores del futuro será un buen referente pata entender el derrumbe de nuestras instituciones.

El Memorándum de Clodomiro Almeyda sobre el PS

En tiempos difíciles los militantes vuelven a buscar respuesta entre sus grandes dirigentes. Se ha socializado en una de las redes del PS un documento escrito por un ex secretario general de la división a mediados de los noventa, cuando ejercía como presidente Camilo Escalona, como un aporte al programa socialista que no fue aceptado por la dirigencia de la época.

El texto – Memorándum (Sobre la dimensión orgánica de la crisis de los partidos de izquierda tradicionales)- partía con el siguiente diagnóstico:

“Es un hecho que los partidos políticos actuales – y con especial énfasis- los partidos que se pretenden promotores de transformaciones sociales (izquierda), se encuentran hoy en día en una evidente crisis, no solo desde el punto de vista de las insuficiencias o carencias de proyectos o programas, sino también, y en no menor medida, en lo relativo a su naturaleza orgánica, relaciones con la sociedad civil, e identificación de sus actuales funciones y de las formas como llevarlas a cabo”.

El escrito, de 28 páginas, ponía énfasis en la encrucijada en que se encontraba la izquierda, el PS entre ellos, en medio de un escenario desolador: fracaso de los socialismos reales, el agotamiento, según Almeyda, del proyecto socialdemócrata y la agilidad del capitalismo para reinventarse una y otra vez.

Pero no solo era eso, el problema en la izquierda y en especial en el PS, lo eran también tres variables que comenzamos a describir ahora y que afectan en particular al viejo partido de la izquierda tradicional chilena.

El aggiornamiento o el acomodamiento de la dirigencia socialista (Altamirano)

En 2001, previo a la realización de la Conferencia Nacional de Organización, en el diario La Nación, el ex secretario general en vísperas del evento provocaba una vez más a la colectividad con sus declaraciones al señalar que “los socialistas no se han renovado, sino que se han acomodado a las circunstancias actuales” lo que fue replicado por diversos dirigentes del PS. Apenas unas semanas antes, Sergio Aguiló, diputado socialista, anunciaba su salida de la comisión política de la colectividad con el documento “Chile entre dos derechas” en que fustigó duramente el actuar de la administración Lagos en materias sociales e hizo una negativa evaluación de los doce años de gobierno concertacionista”, en algunas de sus líneas se leía “que definitivamente no estamos construyendo una sociedad más esperanzadora para los pobres… las agendas de la Concertación y de la Alianza por Chile, son en lo fundamental, idénticas. Son de derechas sin más”.

Efectivamente la derrota estratégica del mundo socialista en vez de producir un regreso de los socialistas chilenos al programa de 1947 de Eugenio González, o a la vía chilena al socialismo de Allende, con énfasis en un modelo socialdemócrata, provocó la rendición total de la dirigencia socialista de la transición a cualquier modelo alternativo y su entrega absoluta al neoliberalismo reinante – Olvidar a Escalona – a cambió de la administración de un poco de poder.

Y en vez del Rescate y Renovación de Jorge Arrate tuvimos, en palabras de Pinochet, “la rendición incondicional” de la dirigencia PS de la época al modelo neoliberal. Escalona mudó a hombre de orden y se transformó en regalón de Saieh y La Tercera, condición que mantiene hasta hoy.

De más está señalar lo que ocurrió con otros próceres, ayer revolucionarios intransigentes, hoy, hombres del capital, como Oscar Guillermo Garretón, Enrique Correa, Jaime Estévez, Osvaldo Puccio, Ricardo Solari, entre otros y que se graficó plenamente en la frase que enarboló la ex presidenta Bachelet en su gobierno anterior cuando manifestó que “en política se puede hacer poquito”.

La capitulación de la dirigencia socialista chilena al modelo neoliberal, que el electorado castigó muy fuertemente en las parlamentarias de 1997, cuando 800.000 votantes dejaron de seguir respaldando a la concertación, no solo significó su propio travestismo político, sino que, como veremos, en este texto, tuvo consecuencias insospechadas en el mundo popular.

Los estertores del XXVII Congreso.

A propósito de historia y memoria, algunos de los alumnos más porfiados de esta tradición son precisamente los socialistas chilenos. En 1971, humillaron a la directiva de Aniceto Rodríguez, bajo cuyo mandato, y pese a los conflictos permanentes de éste con Allende, mal que mal llevaron al “porfiado candidato” (Neruda) a la presidencia de Chile cuando apenas tres años antes la organización había desechado la vía democrática. Aún recuerdo que alguna vez la entrañable Carmen Lazo, me contó como ella y el grupo Aniceto fueron humillados en ese congreso de La Serena en 1971 dividiendo a la colectividad clave en la UP, al punto que las tensiones acumuladas aflorarían con mucha fuerza en la derrota haciendo que a comienzo de los 80’ una veintena de fracciones se disputarán por el timbre del partido socialista.

Pues bien, en enero de 2005, en vísperas del comienzo del XXVII y en un café ubicado en los alrededores del GAM Gonzalo Martner, pese a las advertencias de varios de nosotros, sella con un apretón de manos, su acuerdo con Camilo Escalona y Osvaldo Andrade para continuar al mando de la colectividad y partió rumbo a una reunión con los presidentes de partido de la concertación.

Al volver se encuentra con un golpe de Estado en marcha que, encabezan entre otros, el dúo Escalona-Andrade, los dos Ricardos (Núñez y Solari), Isabel Allende y Juan Pablo Letelier y un joven sin mucho talento político pero muy ambicioso: Álvaro Elizalde. Es decir, las tres tendencias más importantes de la colectividad y cuya conspiración, según el texto de los periodistas Andrea Insunza y Javier Ortega – Bachelet: biografía no autorizada – se hacía en el departamento de la madre de Bachelet y con ella presente.

Ese hecho, donde la votación tuvo un margen de 10 votos de diferencia entre casi 500 delegados, y con un modo de votación controvertido, rompió el ethos socialista construido durante la transición, el relato común de una generación y desnudó que más importante que los proyectos de transformación era hacerse del poder a como diera lugar en vísperas de una probable próxima presidencia socialista en La Moneda. Por eso el congreso se dijo, en palabras de los propios conspiradores, “valía por cuatro”.

No es casualidad que, en diferentes momentos varios de sus protagonistas, con excepción de Camilo Escalona – por definición propia “un duro de matar” – hayan ido reconociendo el error que se cometió en ese certamen partidario.
Detrás de Escalona, irrumpió una nueva militancia socialista de escaso talento, pero ávida de cargos y promoción social que pudiera soslayar su débil currículo vitae. Era la Nueva Burguesía Fiscal.

De políticos, narcos, evangélicos y los NINIS.

Si uno revisa el programa de la concertación de 1989, era una propuesta más socialdemócrata de lo que resultaron ser los gobiernos de ese conglomerado en materia tributaria y de gasto social. La nueva elite gobernante se acomodó al modelo y ya tempranamente como lo reconoció Boeninger más tarde -Lecciones para la Gobernabilidad (Neoliberal, le agregaría yo)- había un consenso ideológico entre parte del equipo de la dictadura y el mundo concertacionista que se expresó nítidamente en la mantención y profundización del modelo agroexportador rentista y en políticas públicas deficitarias desde el punto de vista de la inversión social. Así permanecimos con un gasto social de apenas un 20% en relación al 40% de las economías de Estado de Bienestar, incluso de Argentina y Brasil.

Eso produjo un abandono de las nuevas elites gobernantes del mundo popular tradicional que los había acompañado desde los sesenta en adelante – se acuerdan de Caluga o menta, de inicios de los 90’ y esa imagen del joven ante el nuevo alcalde electo democrático diciéndole “ahora recién se acuerdan de nosotros, ahora que nos volvimos locos” – y su connivencia de aquí en adelante, con los nuevos agentes que irrumpieron en el mundo popular ante el abandono estatal del que fueron víctimas: micro traficantes y evangélicos los que, desde que regresó la democracia penetraron, con métodos distintos pero con la misma lógica (la clientelización) del mundo popular.

Como lo hemos descrito en otras columnas era bastante lógico que en un modelo donde el Estado profundizaba su retirada de su rol histórico en las barriadas, surgieran otros tipos de colonización del mundo popular en un modelo ancestral – la república clientelar oligárquica – que hacía de los favores y unas pocas prebendas el modus operandi del sistema democrático donde los parlamentarios Brokers gestionaban a nivel local el poder – Letelier: ¿el fin de una manera de gestionar el poder? – copando el Estado y adueñándose del presupuesto público regional a cambio de su lealtad legislativa al gobierno de turno.

Proliferaron allí pastores de todo tipo y creyentes que “recibían revelaciones” para fundar iglesias protestantes que proliferaron como callampas en los sectores más vulnerables ante el abandono fiscal.
Pero no fue lo único.

Aún recuerdo que, siendo miembro del comité central de la JS, allá por el año 1994, comenzamos a recibir las primeras denuncias sobre la inserción de la pasta base en los barrios populares. Inmediatamente organizamos junto a un parlamentario, Aníbal Pérez, la campaña “No te hagas pasta”, con amigos y militantes poniendo el foco en el nuevo flagelo que se introducía en los barrios populares donde muchos de nosotros habíamos crecido.
La campaña fue, la punta de un iceberg muy profundo y salvo poner el tema en los medios locales, no tuvo ningún efecto positivo.

Por el contrario, prontamente, comenzamos a ser testigos de cómo en el mundo popular no había una sola familia que no hubiese sido afectada por la nueva lepra de la democracia.

Mucho tiempo después, creo que fue en 2003 cuando José Miguel Insulza en su calidad de vicepresidente de la república vino a inaugurar un liceo ubicado en uno de esos barrios, cuando una niña adolescente me confiesa, en medio del acto, que le encanta “ser soldado” y que entre los traficantes ha encontrado una familia que la cuida y la protege.

Ese barrio controlado por la UDI local es un buen ejemplo de cómo el problema del vínculo política-micro traficantes es más transversal de lo que se piensa.

Tal vez la diferencia con Miguel Ángel Aguilera del PS, sea que esté no solo se involucró directamente con los narcos, sino que, al parecer, también lo disfrutaba y se enorgullecía de ser parte de ese mundo.

En ciudades de mierdas, con barrios de mierda, no resultó casual el efecto de lo anterior: los actores políticos tuvieron desde entonces que compartir “el poder” en el mundo popular con sus nuevos dueños: narcos e iglesias protestantes, cada cual cobrando lo suyo a cambio del peaje por introducirse al barrio que controlaban.
Es la época en que, como sucedió alguna vez en otros países, narcos y evangélicos, comenzaron a preguntarse por qué no mejor nosotros antes que representarnos a través de intermediarios.

Y allí los tienen, ocupando alcaldías o compartiéndolas, o con representación parlamentaria.

Los Ninis

Tal como sucede con los protagonistas del clásico, Caluga o menta de inicios de los 90’, jóvenes tomando el sol drogados en barrios populares hostiles, según un estudio de la Ocde – Education at a glance 2017 – los jóvenes que en Chile ni estudian ni trabajan alcanzan el 21% de la población entre 15 y 29 años por sobre el promedio Ocde que es de un 15%.

Más allá de los efectos negativos de su condición, lo realmente preocupante es que en el mundo popular los Ninis están siempre disponibles para introducirse en el negocio del micro tráfico como la evidencia empírica una y otra vez los comprueba.

Tal condición no se modificará sino el Estado chileno sigue con la lógica de la transición de invertir socialmente lo mínimo.

Y… Yo Álvaro…

El día en que en el ex congreso nacional se iba a realizar un acto homenaje al fallecido ex secretario general, y la familia se aprestaba a trasladar sus restos por algunas horas al edificio para los homenajes de rigor, me topé con el presidente del PS en la entrada de la ex sede legislativa.

A pocos minutos de que llegará la familia con los restos de Altamirano, Álvaro Elizalde, prefirió, acompañado por su hija, dedicar su precioso tiempo a cuestionar a quien escribe estas líneas.

Según él, el suscrito, en alguna columna lo habría difamado al señalar que defendió a Pinochet en el contexto del arresto del ex dictador en Londres y la cerrada defensa que hizo José Miguel Insulza, para quien Álvaro como presidente de la JS, “operaba”, en esos tiempos.

Le indique que no tenía problemas en discutir con él, pero que no era el momento, que había un acto emblemático para una de las figuras más relevantes del PS chileno. Pero no hubo caso, Elizalde insistía en confrontarme.
Al irse le señalé a mi acompañante, el ex dirigente Adolfo Lara, amigo íntimo de Altamirano, que pensaba, por los arrebatos sin control de Elizalde, que la reelección suya, como timonel del PS debía estar difícil pues, de otra manera no me explicaba su descontrol. El PS estaba a seis días de su elección y jamás pensé, en ese momento, que mi diagnóstico, fuera tan certero.

Y es que, así como la imagen de Fernando VII y su familia tan bien retratados por Goya, representan muy bien el desplome de la monarquía española, así como la fotografía de Pinochet y sus gafas oscuras, el alma oscura de la dictadura, la presidencia de Álvaro, se aviene muy bien con la crisis del socialismo chileno y del sistema político chileno.

Desde su controvertido paso por el Liceo Francisco de Miranda, su papel como presidente de la Fech que dejó por un par de años descabezada a la emblemática organización estudiantil, su pasó irrelevante por la presidencia de la JS en tiempos en que fue jefe de gabinete de José Miguel Insulza quien defendió a Pinochet en Londres y lo confrontó con la dirigencia partidaria hasta hoy, su papel en la crisis profunda de la colectividad – tal cual lo insinuamos en abril de 2017 con la columna “Yo Álvaro” – son el corolario del desplome de la histórica colectividad que, según Ampuero, fue clave para entender el siglo XX chileno.

Siguiendo al ex secretario general, el siglo XXI, y el derrumbe de sus instituciones no podría entenderse en el futuro, sin conocer el PS de Elizalde, Santander y Miguel ángel Aguilera.

Ni al Estado que no quiso hacer la pega, por la cual miles de chilenos ofrendaron sus vidas en dictadura.

*Fuente: El Mostrador

 

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